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Lo hemos vuelto a hacer. Viva la madre que nos parió ya ti que te estás leyendo la crónica de que sepas que lo que le escribe no piensa poner nada de nada del partido porque las emociones se le han apoderado de los dedos y lo que pica en el ordenador sólo son una especie de percusión alegre de la situación que vive ahora mismo. ¿Y entonces la crónica? Pues la crónica no es sencilla de hacer porque al final la vida son dos días y no puede que lo que hace estas cosas no pueda marcharse y tenga que estar delante del teclado media hora para contarte un partido que mucho, mucho ya no te interesa porque en el fondo aquí lo que cuenta es la euforia y el desparrame por haber subido a la ACB. Dicho esto, si has tenido la valentía de leer hasta aquí viva (también) a la madre que te parió a ti. Estar leyendo esta pieza de literatura poscampional nos coloca en un eje de complicidad folosófica que hará que nos encontremos siempre sea cual sea la dimensión existencial en la que el destino nos haga coincidir. También debes tener presente que al autor de la crónica, cuando tenía 3 años, se le cayó una televisión muy grande encima (por espanto de su abuela Paca) y recibió un fuerte golpe en la cabeza que posiblemente haya finalizado por restar muchas capacidades y sobre todo entendimiento y criterio. Nada, que si quieres una crónica del partido aquí no la vas a encontrar. Y como decía Joaquin Sabina, emociones fuertes buscadlas en otra canción.
Por cierto, lo hemos vuelto a hacer. Viva la madre que nos parió. Viva la madre que te parió.
